18 km
900 m
7,30 H
Media

"Después de la tormenta..., viene la calma". Esa es la sensación que se respiraba en el húmedo ambiente otoñal cuando desde la la Venta de Vicario, alejándonos del rumor de al autovía, nos adentramos sierra adentro por la Rambla de Baúl hacia el corazón de la Sierra de Baza. Caminando despacio, atentos a nuestra respiración, al suave y cadencioso posar de nuestros pies en la tierra mullida. El olor a tierra mojada, y los aromas a hierba fresca, a tomillo y mejorana impregnando nuestro sentido olfativo. Según nos adentrábamos arrollo arriba, el bosque de ribera apareció en todo su esplendor, estallando los ocres de los álamos y los arces. Un regalo para los sentidos que nos llevó hasta las antiguas ruinas de lo que fue una explotación minera, la Fábrica de Pardo. Nuestra ruta nos adentró por el pinar del Barranco de la Fonfría, donde una luz rojiza se tamizaba entre las ramas creando una atmósfera serena que condujo, apenas sin darnos cuenta, hasta el Pino de la Señora: un imponente pino laricio de 300 años de antigüedad que atestigua lo que en tiempos debió de ser el bosque primogenio de estos parajes. A partir de este punto, una pronunciada pendiente nos condujo hasta el collado Resinero desde el que acometimos en un último esfuerzo la subida a nuestro destino, al Picón de Gor. A pesar de la niebla y las nubes que cubrían la cima y que ocultaban el entorno del paraje, pudimos entrever la magnificencia de las soberbias vistas que brinda este alto de más de dos mil metros, cuando tras alcanzar la cumbre comenzó a clarearse el cielo. Ello nos llevó a prometernos una próxima vuelta para poder disfrutar de toda la potencialidad de esta atalaya en el corazón de la provincia de Granada. Pero los hados aún quisieron darnos un último regalo. Al llegar al Collado de Panizo, cerca del Cortijo de los Corvos, una treintena de buitres leonados sobrevolaban majestuosos muy cerca de las copas de los pinos. Este espectáculo poco habitual hacía presentir que algo acaparaba su atención en el pinar. Así debía de ser, porque dirigir nuestra atención pudimos observar como una decena de buitres alzaban el vuelo frente a nosotros desde la espesura del pinar. Una jornada redonda, donde hemos podido disfrutar del la naturaleza otoñal.

Juan Fco.

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